Septiembre, hora de volver al cole, al trabajo y otras obligaciones cotidianas, que hacen que no dispongamos de tiempo para estar al aire libre y en contacto con la naturaleza.
Soy de las que pienso que la naturaleza y el entorno rural, son como un enorme parque de atracciones para los niños. Como una especie de Port-aventura, pero en versión súper rural, que además de ser muy divertido tiene multitud de beneficios para todos y en especial para los niños. Muchos más de los que te imaginas: se adquieren conocimientos, disminuye el estrés y la agresividad, mejora la atención, la concentración y la salud, favorece el desarrollo de la seguridad y la autonomía, … Así que todo son ventajas en “Rural-aventura”.
A los que vivimos en entornos más o menos rodeados de naturaleza o quienes visitan con asiduidad el campo o la montaña se nos hace difícil de creer que haya niños a los que cuando se les pregunta de donde salen las manzanas, la leche o los huevos, la respuesta sea “del supermercado”. Nos reímos, pero en verdad, es bastante triste. Y es que hay un montón de niños que no tienen la opción de jugar libremente en el campo, interactuar con animales, correr, trepar por los árboles, jugar en el río, o hacer una “txabola” (choza).
Nosotros vivimos en un pueblo, rodeados de naturaleza y caseríos. Pero nuestro día a día no es muy diferente al de los urbanitas: salimos de casa por la mañana, llevamos a los niños al cole, hacemos las labores de casa o vamos a nuestros puestos de trabajo, salimos y nos esperan las extraescolares o los deberes …. Así que procuramos hacer alguna salida o excursión periódica en la que tengamos contacto con la naturaleza o el ambiente rural.
Esta vez nos han invitado al caserío (en Euskadi los llamamos “baserri”) de unos amigos, que se llama Ugalde en Elorrio (Bizkaia) para disfrutar de un día como baserritarras (así se les llama a quienes viven en los caseríos y se ocupan de las labores de la misma). Un día divertidísimo en el que está permitido mancharse, jugar, trepar, correr, revolcarse, mojarse, explorar…
El caserío Ugalde, a las faldas del monte Udalaitz, es un baserri típico vasco, que según me cuentan los hermanos Gallastegi, Antton, Humberto y Jesus, es un edificio muy antiguo que antes de que se fundaran los pueblos de los alrededores, hizo labores de ayuntamiento. Hoy en día, no vive nadie en él, pero es utilizado para tener ganado, huerta, gallinas, toda la maquinaria necesaria… Y hasta las telarañas que cuelgan tienen su encanto, encanto rustico por supuesto.
La jornada comienza prontito, los niños un poco inquietos y con nervios, pero no dura mucho. Nada más llegar e inspeccionar los alrededores del baserri, ya estamos listos para la primera labor. Hacer pan de la manera tradicional. Estamos todos expectantes.
Los tres hermanos nos enseñan la manera de hacer pan en horno de leña, que ellos a su vez aprendieron de sus padres. Para cuando llegamos nosotros, estos tres artistas tienen el horno de leña bien alimentado con leña para calentarlo como es debido, que es fundamental. Así que es “llegar y besar el santo”. Las manos limpias como la patena, bien remangados todos y dispuestos a trabajar.
No hay más ingredientes que harina, agua, una pizca de sal y levadura, pero el resultado es impresionante. Ahora nos queda mezclar, mezclar y amasar sin descanso, pero es divertidísimo. Eso sí, no hace falta gimnasio, con solo amasar unos quince minutos, terminas echo un cachas. No sé decirte cuanta cantidad de cada ingrediente utilizan porque de una tacada, hacen una masa como para veinte hermosas hogazas.
Con los niños llenos de harina y terminado el trabajo de amasado, les reparten un trozo de la masa, para que cada uno forme su bollo de pan. Ai ama! ¡Que ímpetu! A ver si algún trozo de masa sale volando. No, parece que lo llevan haciendo toda la vida. Claro que estos niños tienen mucha practica gracias a la plastilina del cole, digo yo.
Después de tanto meneo, hay que dejar que los panes descansen bien tapaditos unos 30 minutos y los niños salen pitando.
Antton les espera para la gran atracción de la mañana. El paseo en el remolque del tractor para llevar la hierba que anteriormente han cortado a las vacas, tiene un encanto muy especial. A esta aventura de ida y vuelta, se apuntan todos, hasta los más pequeños. Y es que la combinación de movimiento, animales y un poco de peligro, triunfa.
¡Vamos chicos! Dejad a las vacas que coman tranquilas que es hora de dar el último toque a los panes. Después del reposo, toca darles un toque de color y para ello se añade un poco de agua al huevo batido y se pintan con una brocha todos los bollos uno a uno. Y para dentro.
Se saca parte de la brasa que ha servido para calentar el horno porque hay que dejar sitio a los panes. La paleta que se utiliza para meter el pan dentro, se unta de harina para que no se pegue la masa y se van colocando los panes dentro del horno. Esta labor la hacen los adultos mientras los txikis están de visita.
Toca hacer la visita de rigor a nuestras amigas las gallinas. De repente, el cacareo resulta ensordecedor, creo que no les gusta mucho nuestra presencia (y no me extraña), pero a los niños no les molesta. Ellos siguen a lo suyo: revisión una a una y a contar cuantos huevos han puesto. Bonita manera de practicar las matemáticas de manera divertida, ¿no crees?
La vida en el caserío es muy dura y las actividades no cesan: recoger los frutos del huerto, cortar la hierba, regar,… Pero como siempre, hay que reponer fuerzas y toca hacer el “hamaiketako” (almuerzo típico vasco que puede variar de nombre según la hora en que se realice, en este caso sobre las 11 ).
Cuando digo que estos tres hombres son unos artistas, es porque lo mismo arreglan un tejado, que cuentan chistes, que te preparan un picoteo para chuparse los dedos, y por cierto, como para todo el barrio: sardinas a la brasa, muslos de pollo al horno, txistorra, guindillas,…y comes sin darte cuenta con los Gallastegi, entre chistes, sucesos varios y risas.
Los niños comen y salen fingando sin perder tiempo para jugar en el rio, coger insectos y por supuesto, desafiar a la gravedad. El entorno natural además de ser una excelente medicina según los expertos, es un laboratorio de experimentos y retos. Doy fe de ello, alguno siempre termina probando la temperatura del agua del rio, es matemático.
Casi sin darnos cuenta, llega la hora de sacar los panes del horno. En cuanto avisamos a los niños de que es hora de sacar el pan, llegan raudos y veloces para ver el resultado final. El aroma a pan recién echo inunda la estancia y se nos hace la boca agua. Las caras de sorpresa al ver en que se ha convertido ese trozo de masa que han estado manipulando, lo dicen todo. Y eso que queda lo mejor, comerlo y saborearlo.
Solo nos queda dar las gracias a Humberto, Jesus y Antton por la invitación y por vuestra infinita paciencia.
Volvemos a casa con una hogaza de pan casero, pimientos de la huerta, un montón de aventuras que sin duda han dejado una huella imborrable. Y por supuesto, estaremos encantados de volver a “Rural-Aventura”.
Estamos aquí:
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Qué pasada de experiencia, tiene que ser algo inolvidable tanto para grandes como para pequeños, me encanta!.
Me alegro de que te haya gustado. Un saludo Anabel!
ZORIONAK, GERO ETA OBETO IDAZTEN DUZU ERDERAZ,AMATXO
Merece la pena hacer con los niños este tipo de escapadas. Un beso guapa!!
Gracias Lola!! disfrutan los niños y los mayores!
Chica, como haber ido!! que bonito. Y la experiencia de hacer pan cuando eres pequeño… no se olvida nunca! Gracias por hacernos un poquito baserritarras a todos… 😉 un abrazo
Ha sido un placer acercaros un poquito de nuestro entorno. Un saludo!
No quería repetirme diciendo que no se me había grabado el comentario, y lo he entrado de nuevo. …pero ya veo que estaba pendiente de moderación! jaja, asi que ahora tendrás que borrar uno de los 2 😉
me da pena que se trate al baserri o a la naturaleza como un parque de atracciones, o leer cosas como «coger insectos». Nuestro antropocentrismo no tiene límites. Antes se utilizaban los animales para sobrevivir. Hoy en día (no hablo de los baserritarras) se utilizan para generar capital. Pero es que ya, utilizar la naturaleza, me parece traspasar fronteras. Lo digo por esta frase «El entorno natural además de ser una excelente medicina según los expertos, es un laboratorio de experimentos y retos.» Creemos que TODO está a nuestro servicio. Espero que tras la pandemia valoremos de verdad lo que es la naturaleza.
Kaixo Igor, siento haberte molestado con las frases citadas pero cuando me refiero a un «laboratorio de experimentos» hablo desde un aspecto pedagógico, como un espacio para la experimentación personal y el autoaprendizaje, al igual que «parque de atracciones» como un lugar donde la diversión no cesa. Respetamos y admiramos a nuestros baserritarras y a nuestro entorno natural al máximo, no te quepa la menor duda.
Kaixo!!
Que chulada!!!
Sé que el post es de hace muchos años, pero lo estoy buscando en internes para hacer con mis hijas y no lo encuentro. Sabes si todavía se realiza la actividad? Y de ser asi, como buscarlo?
Eskerrik asko!
Kaixo Iris, perdona la tardanza al responder, pero no sé que le pasa a este sistema a veces que no me llegan las notificaciones de comentarios. Pues de esto hace muchos años pero si que hay algunas experiencias parecidas a esta. Por ejemplo en Alluitz Natura en Abadiño suelen hacer experiencias para familias conociendo las ovejas y la vida de los pastores y se puede realizar el taller de talo (una oblea de maíz típica de Euskal Herria). En algunos otros lugares también tienes la posibilidad de hacer taller de cuajada. Todas la opciones son super interesantes. Muchísimas gracias por leernos y escribirnos!un saludo.